
Síndrome del Colon Irritable
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El síndrome del intestino irritable es un trastorno caracterizado por dolor abdominal, meteorismo, sensación de hinchazón, borborigmos, alteración del ritmo intestinal, dificultades para digerir y, en algunos casos, cansancio. El término "irritable" indica que incluso condiciones cotidianas como comer, trabajar o estar bajo estrés pueden generar una respuesta excesiva en el intestino de las personas afectadas por este trastorno.
Parece estar relacionado con una alteración en la comunicación entre el intestino y el cerebro. Entre estos dos órganos se establece un verdadero "intercambio" de sustancias que regulan el correcto funcionamiento intestinal, y si esta interacción no se produce, debido a eventos estresantes (cambios hormonales, dietas restrictivas, factores psicológicos y sociales), el sistema gastrointestinal también podría verse afectado. Entre los factores desencadenantes se incluyen la predisposición genética, infecciones sufridas en la infancia, alteraciones de la flora bacteriana intestinal y hábitos alimenticios inadecuados.
¿Qué alimentos deben reducirse o evitarse?
Todos aquellos que pueden provocar hinchazón y producción de gases, como legumbres, brócoli, coles, alcachofas y productos lácteos si se consumen con frecuencia. También el exceso de café y té puede ser perjudicial, al igual que los frutos secos y las semillas oleaginosas. Es preferible reducir el consumo de frutas inmediatamente después de las comidas para evitar un proceso adicional de fermentación. Es fundamental prestar atención al consumo de fibras: es mejor reducir la cantidad de pasta y pan integral, ya que, aunque pueden mejorar el estreñimiento, también pueden aumentar el dolor abdominal.
Además, en personas con IBS (síndrome del intestino irritable), parece haber una mejora en la condición intestinal tras reducir el consumo de cereales con gluten. Esto podría deberse a que estos alimentos aumentan los procesos fermentativos intestinales, con la producción de gases y dióxido de carbono. Reducir el consumo de trigo, espelta y cebada, en favor de cereales como arroz, quinua, maíz y mijo, podría mejorar los síntomas.
En realidad, no existen alimentos que sean absolutamente buenos o malos; la alimentación debe ser estrictamente personalizada. Sin embargo, durante las fases agudas, puede ser útil seguir una dieta de eliminación: se excluyen gradualmente los alimentos que se cree pueden causar más molestias, evaluando si los síntomas mejoran, para luego reintegrarlos poco a poco en pequeñas cantidades.
Aprendamos a escuchar las señales que nuestro cuerpo nos envía.
Dra. Benedetta Matarese